El
Rimado de palacio es la obra más conocida de Pero López de Ayala (1332-1407). Este escritor fue uno de los intelectuales más importantes de la segunda mitad del siglo XIV. Nacido en Álava (País Vasco), fue un buen representante de esa nobleza baja que se abrió camino en la vida política de la corte como una forma de ascensión social. Fue doncel del rey Pedro I (1350-1369) y secretario de los primeros reyes trastámaras, Enrique II (1369-1379), Juan I (1379-1390) y Enrique III (1390-1406). Desarrolló una amplia labor intelectual: es uno de los introductores del primer Humanismo con sus traducciones del
De casibus virorum illustrium de Boccaccio y las
Décadas de Tito Livio. Tradujo, expurgó y parafraseó los
Moralia in Job de San Gregorio Magno. Fue cronista oficial de los tres primeros reyes trastámaras y uno de los poetas más respetados de su tiempo.
Sin embargo, los tiempos que le tocaron vivir al canciller Ayala estuvieron marcados por dos graves crisis: una política y otra religiosa. Entre 1366 y 1369 se desarrolló una terrible lucha por el poder entre Pedro I y su hermano bastardo el conde Enrique de Trastámara que terminó con la muerte del rey de España a manos de su hermanastro el 23 de marzo de 1369. Luchando en el comienzo junto a su padre a favor de Pedro I, Ayala se pasó, finalmente, al bando del hermano rebelde. Pacificado el reino, en 1378 se realizó en Roma la controvertida elección del Papa Urbano VI que desencadenó la división de la Iglesia, proceso que se conoce como el
Gran Cisma de Occidente. España se alió junto al papa aviñonés Clemente VII y Pero López de Ayala se desempeñó como embajador en la corte aviñonesa.
El
Rimado de palacio, escrito a finales de la vida del autor, es el reflejo de estas dos profundas crisis del siglo XIV. La obra tuvo una larga gestación. A partir de 1398 Ayala, al final de su vida política, decidió reunir y cohesionar una serie de poemas escritos a lo largo de su vida (no sabemos si esos fueron todos los que escribió) en una gran obra. Ella está compuesta casi en su totalidad en cuaderna vía, que se ve alternada por algunos poemas líricos. La obra poética del canciller revela que poseía una cultura vasta. Posiblemente conocía el
Libro de buen amor, con el que su poema coincide en muchos aspectos, el género de los espejos de príncipes, la obra de Egidio Romano,
De regimine principum, las Partidas, tratados de confesiones como el de Rodríguez Pecha, etc.
La obra se puede dividir en tres secciones: una primera parte (coplas 1- 728) en la que el autor hace una confesión de sus pecados en primera persona siguiendo el molde de los manuales confesionales, a la que le siguen reflexiones sobre el Cisma y la crisis política. No deja el autor de colocar exempla, uno de los recursos retóricos más frecuentes de la literatura religiosa. El más famoso y extenso de ellos es el que se conoce como
Fechos del palacio: un noble, que se ha ausentado momentáneamente de la corte, vuelve a ella, pero ahora todo ha cambiado. El contacto directo que antes tenía con el rey es distanciado ahora por la presencia de secretarios y de un complejo aparato burocrático. El noble reclama una deuda, pero nunca puede llegar a hablar directamente con el rey. Este
exemplum desemboca en otro en el que retrata la dura vida de los reyes. Si bien no sabemos cuándo Ayala pudo escribir estos relatos, es evidente que en ellos expresa un desencanto por todo lo que significó la revolución trastámara: el incumplimiento de las
mercedes enriqueñas (la promesa de recompensa del rey don Enrique II a aquellos nobles que lo apoyaron en su lucha) y el desencanto de una burocracia gubernativa que había reemplazado el gobierno personalista del rey.
Le sigue a esto una sección de carácter lírico (cc. 729-921). El poeta anuncia:
No puedo alongar más el mi sermón,
ca estó tribulado en cuerpo e en coraçón,
e muy mucho enojado con esta mi prisión,
e querría tornar a Dios mi coraçón (c. 729).
El poeta confiesa la angustia de su alma por hallarse en prisión. Si bien la imagen de la prisión del alma era un tópico de la literatura religiosa, Ayala hace aquí referencia a su período de prisionero en Óbidos, en el cual pudo haber escrito muchos de estos poemas. El metro en cuaderna vía deja paso así a los metros líricos. Se trata de quince poemas penitenciales con los cuales el poeta trata de desahogar su alma. En ellos expresa su devoción a Dios, a la Virgen María, a la Virgen de Montserrat y a la Virgen del Cabello. Incluye, además, tres poemas dedicados al tema del Cisma (cc. 832-865) en los cuales sintetiza su posición ante el poblema que aquejaba a la Iglesia.
La tercera y última parte (cc. 922-2122) se inicia también con una confesión personal:
Cuando yo algún tienpo m’ fallo más spaçiado,
busco por donde lea algunt libro notado,
por fallar buen enxienplo e ser más consolado,
e me provee Dios segunt lo deseado (c. 922).
El ‘libro notado’ al que hace referencia es una de sus lecturas predilectas: los
Moralia in Job de San Gregorio Magno. En estas mil últimas coplas, Ayala se sirve del texto gregoriano para hacer amplias reflexiones sobre la condición del hombre, del destino que Dios ha trazado para él, sobre los pecados humanos, en especial la hipocresía, pero también sobre el gobierno, la tiranía y el poder. Ayala vio en Job no sólo un modelo de conducta, sino también un actitud a imitar. Job mantuvo increbrantable su fe en Dios, pese a las duras pruebas a las que su creador lo sometió. Con toda esta gran reflexión que toma como modelo a Job, Ayala quería ofrecer una solución para afrontar los tiempos presentes: ella se resume en un sometimiento a la voluntad de Dios y una resignación ante las adversidades.
Los últimos años de su vida Ayala los pasó recluido en su tierra natal. Entonces volvió con asiduidad al texto de San Gregorio y en especial a la figura de Job. De hecho, conservamos de él también una traducción del
Libro de Job bíblico. Sin embargo, a pesar de su reclusión, Ayala no debió de desentenderse de los graves problemas que acuciaban a su siglo. Es por ello que el
Rimado de palacio, pese a las fuentes eruditas que su autor utiliza, es una obra anclada en la actualidad política y espiritual de su tiempo.