Junto a su difusión en la tradición clásica a lo largo de la Edad Media, la figura de Alejandro Magno fue constante en las obras vernáculas. Más allá del Libro de
Alexandre, aparecía en la cuarta parte de la
General estoria, en la tradición oriental (
Poridat de las poridades, Secreto de los secretos, Bocados de oro y Libro de los buenos proverbios) y en los ejemplarios occidentales. En el siglo XV, se le mencionaba con frecuencia en los cancioneros o en
El Victorial, biografía caballeresca de Gutierre Díaz de Games. Dos son las conclusiones preliminares que se perfilan. Primero, la figura alejandrina aparecía tanto en discursos caballerescos como en obras de carácter sapiencial. Luego, si este doble paradigma se diseñó inicialmente para textos destinados a la esfera de la realeza, pronto se vislumbró un proceso de divulgación del modelo para toda la nobleza.
Este proceso le debe mucho a los contactos de ciertos hombres de poder con la Italia humanista. Gracias a ellos, se fueron multiplicando las traducciones de autores clásicos para que los lectores interesados en ellos – que no leían el griego o el latín – pudieran consultarlos. En el caso concreto de Quinto Curcio, el humanista Pier Candido Decembrio tradujo en 1438 sus
Historiae alexandri magni del latín al toscano para el duque de Milán, Filipo María Visconti.
Enseguida, su traducción interesó a los lectores peninsulares y así lo demuestran los testimonios italianos del siglo XV conservados en tierra hispánica: Madrid, Academia de la Historia, 9/5493 (propietario: Marqués de Santillana); Madrid, Academia de la Historia, Códice 100 (copista: Lorenzo de Venecia); BNE, Mss/8835; RB N-III-3 y BNE Mss/6564. Esta versión intermedia de Decembrio dio lugar, muy pronto, a traducciones en castellano: BNE Mss/9220 (propietario: Conde de Haro); BNE Mss/10140 (propietario: Marqués de Santillana); MS RB II/1290 (traductor: Martín de Ávila); BNE Mss/8549 (traductor: Tomás de Lira Alamán); BNE Mss/7565 (traductor: Alfonso de Liñán; fuente: BNE Mss/6564); MS 3 de la Biblioteca-Museu Víctor Balaguer; BNE INC/2014 (impreso por Ungut y Polak en Sevilla, 16.04.1496). A estos testimonios castellanos se añaden uno portugués (Biblioteca do Palácio da Ajuda, 52-XIII-24) y otro catalán, de Luis de Fenollet (Biblioteca de Catalunya, Esp. 17 Fol; BNE INC/1247). Así pues, la presencia de Quinto Curcio en tierra ibérica fue plurilingüe.
Perdidos los dos primeros libros (que aludían probablemente a las primeras etapas de su vida), la
Historia de Alejandro de Quinto Curcio nos cuenta la vida del ilustre conquistador a partir de la toma de Celene, la antigua capital de Frigia, hasta su muerte. Se incluye, además, la confrontación de los diádocos con el reparto de las tierras del conquistador. Narra sus hazañas militares más importantes (Tiro, Gaza, Iso o Gaugamela), completadas con tramas políticas (conspiraciones, juicios y delegaciones) así como descripciones de ríos, ciudades y regiones determinadas. Sin embargo, Quinto Curcio no pretendía relatar una crónica, sino el relato de la vida decadente de Alejandro, con una clara vena moralizante: su héroe oscila constantemente entre su valentía, su liberalidad y su sabiduría frente a un despotismo, una embriaguez y una irrascibilidad que crecen según avanza su conquista oriental. De ahí proceden los numerosos episodios de conjuras que ocupan gran parte de la obra. Los mayores momentos de la vida de Alejandro se subordinan a una percepción moralizadora cuyos ejes – su heroísmo constante y su perversión progresiva – se cruzan para ofrecerle al lector una visión polarizada del macedonio.
A través de sus traducciones vernáculas, la obra de Quinto Curcio supuso, ante todo, el regreso al primer plano de Alejandro en el relato. Después del Libro de Alexandre, el macedonio compartió su protagonismo con otros grandes caudillos o sabios. Sin embargo, con estas traducciones los curiosos podían consultar su biografía completa (las lagunas de la obra latina fueron substituidas, en la versión de Decembrio, por fragmentos de las
Vidas paralelas de Plutarco). Más aún, estas traducciones presentaban a Quinto Curcio como un “historial elocuente”. No interesaba tanto por su contenido militar. En cambio, predominaba la sustancia retórica y moral, en la línea de la reflexión general de Quinto Curcio sobre su protagonista. Las glosas marginales de este conjunto de traducciones lo ilustran perfectamente. Por una parte, enfatizan los episodios más importantes de la anábasis alejandrina, en especial los discursos de los protagonistas. Algunos de ellos tienen una fuerte dimensión retórica y dejan entrever una suerte de batallas verbales que siempre gana el macedonio. Por otra parte, se anotan varios episodios de carácter ejemplar y varias sentencias o refranes.
En definitiva, la
Historia de Alejandro de Quinto Curcio le ofrecía a los lectores de finales de la Edad Media el relato de un protagonista polarizado, una visión ya vigente, eso sí, desde el
Libro de Alexandre. Sin embargo, esta traducción permitía releer la historia general de Alejandro y recoger nuevos materiales ejemplares, de ahí, por ejemplo, el uso de Quinto Curcio por Fernán Pérez de Guzmán en su
Mar de Historias, su inclusión en la
Floresta de philosophos (atribuido a Fernán Pérez de Guzmán) o la compilación de sus sentencias en los
Dichos de Quinto Curcio (atrib. Alfonso de Cartagena). La obra del autor latino, a través de estas traducciones vernáculas, pudo satisfacer los anhelos de los lectores de la época, en busca de más informaciones y ejemplos sobre uno de los grandes modelos de la Antigüedad, con el cual, a través de la tradición literaria hispánica, ya estaban familiarizados.